Como muchos de vosotros ya sabéis, este blog trata de las reflexiones sobre cómo el audiovisual puede ayudar en la educación de los niños y cómo debemos conocer sus códigos para aprender a entender los mensajes a los que estamos expuestos diariamente.
En mis sesiones con los niños y adolescentes, intento transmitirles varios mensajes. Uno de ellos es que podemos aprender mucho del audiovisual si sabemos “leerlo”. Al inicio de todas las charlas les hago una pequeña encuesta que me revela lo que ya sospechaba, que cada vez se lee menos y se ve más. Obtenemos la información a través de una pantalla, ya sea un ordenador, un móvil, una tablet o, más común, de la televisión.
Es cierto que podemos aprender mucho de lo que vemos. Hay programas y contenidos muy interesantes orientados a esa vertiente pedagógica y ahora, con tantos canales, hay algunos muy buenos y con contenido variado sobre esto. Siempre que tengamos en cuenta que todo lo que vemos en TV es espectáculo… pero eso es materia de otro post…
El problema viene de los programas de entretenimiento, especialmente la ficción, también nos “enseñan” diferentes cosas, y no todas son necesariamente verdad.
Lo primero que tenemos que tener en cuenta a la hora de ver una serie es quién la produce. Muchas de las que consumismos (así como cine) son norteamericanas y eso ya influye. Por fuerza, van a mostrarnos su visión del mundo. Si hacemos caso a las diferentes series y películas, creeremos que (por no entrar en polémicas) los franceses van todos con boina, pañuelo rojo al cuello y con tres o cuatro baguettes debajo del brazo.
Las series beben de los tópicos. Eso es así y debemos tenerlo en cuenta. Por lo tanto, no podemos creer lo que vemos de manera automática, hay que preguntarse cuál es la realidad y tratar de ahondar un poco más.
Toda esta introducción, viene a cuento de la siguiente noticia que, creo, se le dio una importancia mayor de la que tiene. La conocida serie americana “Cómo conocí a vuestra madre” mostraba una España llena de estereotipos latinos y errores
Si leéis el artículo, veréis que tampoco es nada nuevo. Tanto este ejemplo, como el que ponía yo de los franceses, nos enseñan que no podemos fiarnos de lo que vemos y creérnoslo porque sí.
¿Por qué ocurre esto?. La respuesta no es sencilla y, posiblemente, se encuentre entre estas opciones:
- Está hecho a propósito como recurso humorístico. La parodia, la exageración o los tópicos con un elemento recurrente en la comedia. No sólo en el caso de EE.UU. pensad en series patrias como “Aída” en la que continuamente se recurren a comentarios tópicos sobre el país del personaje de Machupichu sin que sean ciertos.
- Falta de documentación. Este es un caso muy frecuente en el cine. Parece mentira que en plena Era de la Información se cometan este tipo de errores de bulto (en el caso del ejemplo Mérida en Portugal… ¿en serio? ¿no saben usar el Google Earth?). Una búsqueda resolvería la mayoría de estos problemas absurdos que muchas veces despistan al espectador. Otro ejemplo que suelo usar y que es una anécdota para la mayoría, en la película “Troya” aparece un mapa de la Europa de entonces en teselas. La escenografía es perfecta, todo muy cuidado, e incluso tuvieron el detalle de evitar la nomenclatura inglesa (creo recordar que en una cinta de corte similar como “Alejandro Magno” en una escena gemela ponía bien claro Mediterranean Sea en el mapa). En lugar de usar el nombre inglés y en un intento de acercarse a la época de la película (la Grecia clásica) pusieron en el Mediterráneo Mare Nostrum. Perfecto. Un ejercicio muy notable de documentación pero que tiene un pequeño problema. Esa denominación no es griega si no romana y es en latín.
En el caso de España, este tipo de errores nos llaman mucho la atención porque es algo cercano y que conocemos bien (aún recordamos la que se montó en los informativos con “Misión Imposible 2” y las Fallas/Semana Santa. Y, es cierto, que parece que perdemos nuestro sentido del humos cuando algo así ocurre y parece una grave ofensa.
Desde mi punto de vista, esto es una cuestión menor, pero nos puede servir de ejemplo para enseñar a los niños que no deben creer sin cuestionar lo que ven en la pantalla. Que siempre deben preguntar y documentarse y que nosotros, como adultos, también debemos hacer ese ejercicio si no queremos que nuestros pequeños crezcan con una visión del mundo en la que los rusos eran muy malos hasta finales de los ochenta, que en los 2000 los enemigos del mundo eran los islamistas o que los franceses son unos snobs, los italianos unos ligones de camisetas a rayas, los alemanes unos “cabezacuadrada” perfeccionistas o los ingleses unas personas con bombín, paraguas y trajeados.
Ninguno de estos estereotipos es real. Esa es la importancia de este mensaje. El cine (y la televisión) puede enseñarnos cosas maravillosas… si sabemos analizarlas.
Y para los que nos parece tan raro que hayan puesto Sevilla en la frontera con Portugal, ¿sabríamos poner (sin consultar ojo, no hagáis trampa) Ohio en el mapa?… Yo, no.