De nuevo, la Inteligencia Artificial y sus “efectos perversos”.

Hace unos días amanecíamos con una noticia impactante. Un grupo de menores de Almendralejo (Extremadura) habían hecho circular fotografías de compañeras, también menores, desnudas. Todo hecho con una herramienta de IA.

Y es que, leyendo las noticias sobre el tema, es imposible no pensar en los Apocalípticos e integrados del gran Umberto Eco. Sesudos análisis han presentado a la IA como panacea para la humanidad y, casi a la vez y en todas partes, como fuente de todo tipo de males. Una caja de Pandora, vamos.

Dejemos claro el posicionamiento: lo que ha hecho este grupo de adolescentes es del todo denunciable y execrable y son ellos los únicos responsables de su ejecución. El castigo debería ser proporcional al delito, si el juez estima que hay tal. Pero bajo todo esto subyace un evidente problema de educación. Tanto la entendida como las normas que nos permiten vivir en sociedad como, evidentemente, la falta de formación en múltiples cuestiones referidas al mundo del audiovisual, que es nuestro campo.

En la intersección de ambas educaciones está el hecho de que los involucrados pertenecen a la generación que ha crecido pegada a una pantalla. El contenido audiovisual es para ellos tan natural como respirar. Incluso mucho más natural que la escritura. Y, sobre todo, infinitamente más atractivo.

A través de una pantalla han asumido cómo divertirse, cómo socializar, cómo formarse e, incluso, les ha educado en múltiples facetas de su vida como personas. Y es que el ser humano aprende por imitación y el audiovisual es una ventana a todo tipo de comportamientos.

Nótese que he diferenciado entre formarse y educarse. Porque el fallo en este caso está en los dos conceptos.

En el de la educación no es nuestra competencia entrar. De puertas adentro cada padre hace lo que cree oportuno o lo que puede. Pero en el de la formación tenemos un tremendo hueco que nadie está sabiendo llenar de forma adecuada.

En lo micro, encontramos a un porcentaje de padres superados por una “brecha digital” respecto a sus hijos que ha derivado en una dejación de funciones. Como no entienden el hardware, les resulta imposible controlar lo que ven sus hijos. Y es ese software el que consumen y les “programa”. Espero que me permitáis el símil.

En el nivel macro, los poderes públicos no han prestado la atención debida a este analfabetismo. Y no han hecho prácticamente nada para corregirlo.

La inteligencia artificial y el anafabetismo audiovisual

En otros post hablaremos de a qué nos referimos con el analfabetismo audiovisual y el por qué creemos que no se actúa sobre él. Pero el resultado es que, como dice el refrán, “sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena”, es decir, cuando un hecho negativo tiene a la tecnología o los medios en las portadas de los informativos.

No es algo nuevo. Pasó con la televisión (¡Atonta a los niños!, bramaban en los 50), con internet, los videojuegos y, en general, con cualquier tecnología nueva que los “adultos” no terminaban de comprender. ¿Os suena?.

La Inteligencia Artificial ha venido para quedarse.

Eso es un hecho. También lo es que, en tanto tecnología, no es ni buena ni mala. Es una herramienta y depende de nosotros el uso que le demos. Para eso hay que educarnos y formarnos.

A nadie se le ocurre dejarle un cuchillo afilado a un niño pequeño. Les repetimos hasta la extenuación que es peligroso y puede hacerse daño. Ese niño aprende lo que es un cuchillo y, cuando crezca, lo usará como estime oportuno. Tanto si es para bien, como cortarse la comida, como para mal si decide apuñalar a alguien. La culpa NUNCA será del cuchillo, ni mucho menos del armero que lo ha forjado.

¿Estamos queriendo decir que justificamos lo ocurrido y que no hay que legislar las nuevas tecnologías? En absoluto.

Estos menores han hecho un uso malintencionado de una herramienta que puede tener muchos usos útiles y beneficiosos: de hecho la IA ha permitido desarrollar vacunas o puede emplearse para ayudar en las dinámicas de las empresas.

Sin duda, esos delitos deberán investigarse, juzgarse y castigarse. Pero no es menos cierto que la inmensa mayoría de los menores, e incluso de adultos, no tienen las mínimas nociones de legislación sobre la imagen de los niños y adolescentes. Los derechos de imagen, propiedad intelectual, secreto de las comunicaciones, restricciones a la divulgación de información y un largo etcétera son un arcano para el común de los mortales. Y esto hace que legislar de más sea contraproducente.

Legislemos mejor y tratemos de hacer las leyes ágiles, porque siempre iremos por detrás de la tecnología en materia legal. Tampoco olvidemos que cualquier ley presenta resquicios para quien quiera pervertirlas e ir contra ellas.

No tenemos claro si la Inteligencia Artificial será realmente inteligente, pero de lo que no tenemos dudas es de la infinitud de la estupidez y la perversión humanas.

Eso, amigos lectores, no hay leyes sobre las nuevas tecnologías que lo remedie. Es cuestión de educar y formar a las mejores personas posibles. Para eso, hay que reconocer el problema y actuar sobre él.

Por Héctor García-Monteagudo, Director de Cineduca.