Seguro que hay días que desearías que se te presentara un hada madrina para facilitar tu vida con un grácil movimiento de varita y un Bibidi-babidi-boom.
Lo reconozco, ese sería mi deseo casi a diario. No en vano, esta entrada debería estar escribiéndola hace tres días y no hoy, pero, ¡Voto a Bríos! Que los días tienen menos de 24 horas, o soy la persona humana que peor gestión del tiempo hace. O que, como todos, estamos saturados de tareas pendientes. En cualquier caso, esta entrada no va de eso. Al fin y al cabo me dedico a la Alfabetización Mediática e Informacional (AMI), no a la gestión del tiempo.
Por eso, querido lector, aunque a estas alturas ya debas saberlo, el pasado lunes 16 de octubre se cumplieron 100 años de la fundación de la The Walt Disney Company. O lo que es lo mismo, se cumplen 100 años del nacimiento de la “marca” Disney y su icónico ratón (que realmente, haría su debut cinco años después, en 1928 en dos cortometrajes animados).
Un siglo da para mucho, y Disney ha polarizado al público entre lovers y haters. No suele haber término medio. O amas la marca o la odias.
Filias y fobias aparte, lo cierto es que, desde un punto de vista estrictamente audiovisual, Disney ha realizado muchas y buenas historias (también las hay pésimas), ha revolucionado varias veces la animación y ha desvirtuado los cuantos clásicos de la literatura para adaptarlos a sus diferentes épocas.
Porque una de las principales críticas que se hace a Disney es el machismo imperante en sus princesas clásicas y una idealización del amor romántico donde, por ejemplo, Blancanieves o la Bella Durmiente eran sólo protagonistas porque aparecían en el título ya que, realmente, se pasan buena parte del metraje “dormidas” hasta que llega el príncipe salvador que las despierta con un beso (no consentido, se diría ahora, vaya que se marcan un Rubiales en toda regla).
Obviamente todo esto es cierto. Si algo han demostrado las mujeres a lo largo de la historia es que no nos necesitan a nosotros para desarrollarse o, simplemente, existir. Pero esa es la mentalidad de 2023. En 1938, cuando se estrena Blancanieves, la forma de pensar era otra muy diferente. Juzgar el pasado, con los ojos el presente, nunca es buena premisa. Cada creación audiovisual es producto de su tiempo, y eso no implica cancelarlas porque si hacemos eso ¿prohibimos todas las películas donde aparecen personajes fumando?
Afortunadamente el ser humano evoluciona, y Disney ha reflejado también esa evolución. Las protagonistas de Raya y el último dragón (2021) o los roles masculino-femenino de Elemental (2023) no tienen nada que ver con Cenicienta (1950) en cuanto a personaje femenino y lo que representa.
Porque no olvidemos que el audiovisual funciona por estereotipos. Y cada época, género o incluso etnia tiene los suyos. Cuando menciono en nuestras sesiones a los estereotipos enseguida veo caras que reflejan que se considera algo negativo. Pero no es cierto. En audiovisual el estereotipo es necesario, porque es una forma rápida de trasladar un concepto. Mención aparte es que el estereotipo elegido sea correcto o no. Porque un estereotipo es una percepción generalizada de algo o alguien. No obedece a la realidad al 100%, pero tiene algunos rasgos de verosimilitud o una explicación primigenia, generalmente olvidada, que ha perdurado en el tiempo y el imaginario colectivo.
Eso no significa que sean buenos o malos. Hay estereotipos de todas las formas. Y Disney, como empresa audiovisual, ha tirado de ellos reflejando las ideas imperantes en cada época.
Por supuesto ha tenido que corregir sus propias obras en ocasiones, incluso censurarse cuando se recurren a estereotipos que el paso del tiempo hace inoperantes. Por ejemplo, en el cortometraje Los Tres Cerditos (1933) uno de los disfraces que emplea el lobo para engañar a los cerditos estaba claramente estereotipado para representar la imagen que los estadounidenses tenían de los judíos. Fue tal el revuelo que se montó, que la escena fue modificada posteriormente.
Sin llegar a la modificación, pero sí con avisos previos, se pueden ver hoy representaciones raciales estereotipadas muy evidentes como los cuatro cuervos de Dumbo (1941) que son claramente afroamericanos pero caracterizados de forma caricaturesca y, incluso, ofensiva a día de hoy. Hay polémicas menos evidentes de tintes racistas en algunas películas de Disney que tienen como objetivo a hispanos, chinos o nativos americanos.
Esos mensajes están, pero la solución no es nunca censurar, sino educar.
Las pantallas no deben ser JAMÁS una suerte de canguro donde los padres dejamos a nuestros hijos al albur de lo que les pongan delante, porque ellos no van a ver ciertas cosas, pero las asimilan como normales y como nosotros, los adultos, quienes debemos explicarles que eso que ven no es real y que hay mensajes que no son positivos. Y explicarles la realidad.
Hoy día, y lo digo como padre de dos hijas, a ningún progenitor se nos ocurre dejar pasar la ocasión de explicar a nuestras hijas que Blancanieves es mentira y que no deben esperar que un hombre venga a salvarlas, que deben ser cautas y no confiar en extraños (que es una de las enseñanzas de la película) y que el amor romántico no es que te enamores locamente de un perfecto desconocido, sino que requiere de un tiempo y un conocimiento, que los príncipes, muchas veces, se convierten en sapos y no al revés. Pero sobre todo, debemos enseñarles a ser buenas personas, respetuosas con los demás y eso es algo que sí rezuman muchos de los productos Disney.
También conviene saber que el audiovisual suele tener varias capas de lectura y que nadie nos enseña a leerlas. Muchas cosas de las que menciono aquí o que busquéis en la red os sorprenderán, porque no las vimos en su día como niños. Incluso muchas cuesta verlas como adultos. Es más, las polémicas de mensajes subliminales sobre el sexo en Disney tienen el valor que queramos darle, porque ¿realmente cualquiera de nosotros es capaz de percibir la palabra SEX en El Rey León (1994)?
Yo sí lo he visto, pero porque me dedico a esto y he revisado la secuencia fotograma a fotograma. Pero eso no implica que tenga una repercusión real en los niños. Es más, teniendo en cuenta que los estudios indican que el acceso de los menores a la pornografía está ella en los 8-9 años, ¿realmente un mensaje subliminal, si lo fuera, es lo que debe preocuparnos?
Se pueden criticar muchas cosas a Disney, con razón en ocasiones.
Ha evolucionado a un ritmo muy lento para algunos a la hora de introducir personajes racializados (que palabra más fea), o LGTBI+, es cierto, pero lo ha hecho. Y lo ha hecho con toda la enorme influencia que tiene en la educación de nuestros menores. Pero no podemos olvidar que es una empresa, y los cambios los marca el interés económico, no en vano hoy, 100 años después, es una megacorporación del entretenimiento que ha fagocitado a otras tantas productoras por el camino: Pixar, Fox, LucasFilms, Marvel Studios… y si lo es, es por algo.
Seamos precavidos, críticos incluso, pero dejemos que los niños vivan su infancia y, lo más importante, eduquémosles para que sean capaces de leer ellos el cine y sacar sus propias conclusiones.
Por cierto, a pesar de los pesares… yo soy un “lover” ;p
Héctor García-Monteagudo
Director de la Asociacion Cultural Cineduca